MARIA EMILIA ZAMORA X 30 & SUELTA
ABRIL 2025 I SERGIO MAFLA
“La veracidad del movimiento y la plasticidad del pensamiento”
En la práctica escénica de María Emilia Zamora, el cuerpo no es una entidad actoral pasiva, sino un dispositivo de percepción expandida y una arquitectura blanda que pulsa, interfiere y reconfigura la estructura espacial. Su metodología de trabajo se sostiene en una fenomenología del cuerpo que articula coreografías mínimas y disrupciones simbólicas, donde el gesto, el desplazamiento y el silencio son unidades críticas de información.
María actúa sobre un eje en el que la performatividad no está únicamente encarnada, sino espacializada: un sistema operativo que codifica y decodifica realidades desde el plano físico hacia el plano narrativo. El espacio, lejos de ser contenedor neutro, se convierte en interlocutor activo; la arquitectura —incluso en su estado más desnudo— responde, se pliega, y se inscribe como archivo viviente del movimiento.
Esta operación no es solo estética, es epistemológica: allí donde el cuerpo se sitúa intencionalmente dentro del vacío, emerge la posibilidad de subjetivación. La escena se constituye como campo de datos afectivos y simbólicos, donde lo político y lo poético colapsan en una experiencia total. Zamora habita el performance como quien diseña un umbral entre la percepción y la estructura: su práctica es un acto de ingeniería emocional, un ritual de transferencia y una cartografía viva del cuerpo pensante.

1.
¿Cómo se configura la fenomenología del cuerpo en relación con la estructura espacial, y de qué manera esta relación define procesos de subjetivación y codificación simbólica dentro de un marco creativo o productivo?
“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral.”Peter Brook
El cuerpo en el espacio colocado de manera consciente, o no, configura un sistema de codificaciones y significaciones mediante la percepción del mismo. En un espacio vacío el cuerpo, observado por un otro, suelta información esencial sobre la narrativa; la dirección, el tono, el ritmo establece ya un lenguaje en cuanto a su uso espacial. Esta relación entre el cuerpo y el espacio plantea una interacción entre estos sujetos que pueden presentarse activos o inactivos, un espacio vacío o un cuerpo inerte, según se configure. El cuerpo, por su carácter humano, actúa siempre como un sujeto pulsante y rítmico, y el espacio configurado por otro actuante, el diseñador o arquitecto, convive con esta vivacidad y a su vez propone la suya propia. Todo esto codificado por un otro que observa constituye un proceso de percepción que permite, una vez configurada creativamente la relación entre el cuerpo con la estructura espacial, una narrativa llena de significaciones, en la cual el proceso comunicativo entre los sujetos, el cuerpo y el espacio comunican constantemente a un otro que mira.


